jueves

❝❞ ━: Ignavia「 BokuAka 」


Ignavia: Apatía

Dos meses. Ocho semanas. Cincuenta y siete días. Cada uno peor que el otro, y mi mente solo llega a procesar una idea con la que estoy satisfecho, o al menos antes lo estaba: el amor no siempre es para todos.
¿Sera verdad?
En mi basto raciocinio así es, pero la vida da tantas vueltas que acostumbrarme de manera abrupta solo sería provocarme jaqueca. Y esa es una de las cosas que mas odio.
Viéndolo desde otra perspectiva, no tiene sentido. Él único que tiene todo el derecho de cambiar todo dentro de uno mismo, es uno mismo precisamente. Nadie más que uno. Si yo no controlo mis propias acciones nadie más lo hará, y si alguien más quisiera intentarlo, pues sería meramente imposible.
Mi cuerpo esta acorde con mi mente, y esa es la manera correcta de las cosas. No hay otra, esa es la única.
“Corazón de hielo” eso es como me han apodado durante los últimos cuatro años. No me molesta, me parece algo bastante acorde a mi personalidad. Pero yo lo definiría como ‘APATICO’. Sería la definición perfecta, pero como siempre, las personas están acostumbradas a ver todo de una manera metafórica ya que es imposible que alguien de verdad tuviera un corazón cual escarcha.
Pero el hecho estaba en el tiempo.
Siempre he sido muy meticuloso respecto al orden y todas sus derivaciones. La manera correcta de hacer las cosas siempre tenían un inicio y un final, el orden es importante, y considero fervientemente que todos debían respetar ello.
Pero todo tiene una razón, y la razón por la que soy apático es porque la vida de las demás personas a mi alrededor me parecen poco importantes, partiendo desde mi familia, lo único importante para mí serían mis progenitores, el resto me es indiferente.
La verdadera razón es porque a mí alrededor de las personas siempre se dibujan colores grises y sonrisas falsas. Mi mente de esa manera lo interpretaba. A mi alrededor no había otro color aparte del gris.
Y de pronto pensé que tal vez las personas no deberían ser así, que tal vez lo idóneo sería dibujar de colores la vida para que esta tenga un poco más de vigor…o tal vez lo ideal sería que todo estuviera tal y como esta.
Es cierto. A nadie le interesa la opinión de un chico de dieciséis años. Y a las personas con mucho más recorrido en la vida mucho menos.
Si. Las mejores ideas provienen de aquellas personas ignoradas en el mundo, tal vez mis pensamientos sean una alhaja digna de admirar, pero apuesto que no tendría audiencia que pudiera vanagloriarla.
 Así de sencilla y complicada es la vida.
Hermosamente cruel.
—Keiji, nuevo cliente.
Y escuchando el llamado de mi padre, desplace mis pensamientos de adolescente utópico para dirigirme al nuevo cliente que acababa de acontecer.
—Buenas tardes ¿puedo tomar su orden? —y mis palabras parecieron no surgir efecto en la persona que tenía en frente ya que no mostró si quiera signos de escucharme o prestarme atención— ¿puedo tomar su orden? —pregunte elevando mucho más la voz.
Pero el resultado pareció ser el mismo. Resople un poco cansado de la situación. Aún no lograba entender porque la cafetería de papá abría los domingos cuando claramente eran los días menos concurridos. ¿No sería preferible que nuestra atención se diera únicamente en el horario de seis días a la semana en vez de siete a la semana?
Claramente no me escucharían si diera mi opinión, y mis palabras ondularían en el aire como artista en la pista.
Al parecer ese es lugar adecuado para mi razonamiento. Escuchado por nadie y escondido en un baúl con doble seguridad que lo conformaba mi mente ilusoria.
Si tan solo todos serían un poco más abiertos de mente.
No. Definitivamente no.
—Es por eso que la inclinación hacia algo debe ser más caprichosa.
¿Creí que querías mi orden?
Y solo me limite a verlo directamente a los ojos sin emoción alguna. Él me había escuchado y yo no me disculpaba por ello. Bueno tampoco era como si fuera un delito.
—Es cierto —respondí estoico— ¿Qué va a ordenar?
—Solo un café negro para empezar.
¿Tanto tiempo meditándolo y solo eso va a ordenar?
Tal vez era porque mis pensamientos estaban más desbordantes que cualquier día, pero involuntariamente las palabras fluían y yo no me detenía a meditar sobre ello.
—Disculpa que te haya echo esperar, tuve un día malo es todo —se disculpó y yo solo fruncí el ceño a causa de su incordia sinceridad.
Él que debería disculparse soy yo, no él.
—No pasa nada —y con completa parsimonia me dirige hacía mi padre que estaba detrás de la barra de atención. —Un café negro.
¿Paso algo malo con ese cliente? Lo oí pedir disculpas, ¿te hizo algo?
Si. No sé qué exactamente, pero me molesta y preferiría que le encargaras la orden a otro.
—No es nada.
¿Seguro?
Por supuesto que no.
—Seguro.
Y para cuando le entregue la orden, él no me aparto la mirada a pesar de que yo no lo estuviera viendo directamente.
—Con permiso.
¿Cómo te llamas?
¿Disculpe?
—Yo soy Kotaro, Bokuto Kotaro, un gusto.
—Disfrute su café.
Y sin darle tiempo a replicar me fui directo a la barra de mi padre. Nuevamente preguntas innecesarias y respuestas llanas.
¿Debía responder? No, no tiene importancia.
Nada tiene importancia.
Ese era mi pensamiento de hace dos meses. Porque durante ocho semanas consecutivas, todos los domingos, a la misma hora y en el mismo lugar: el mismo cliente de mirada cálida y voz serena.
¿Un café negro?
—Si.
¿Algo más?
—Si, tú nombre.
—Ya le traigo su orden.
Nuevamente le daba la espalda pero podía sentir que su mirada me acompañaba en cada paso que daba. Siempre era así cada que venía, pero por alguna extraña razón no terminaba de acostumbrarme.
Y no tenía porque hacerlo.
—Aquí tiene. —dije depositando la taza frente a él.
¿Puedo pedir algo más?
—Si es algo de la carta, adelante —y se quedo callado ante mis palabras. Era obvio que no sería nada de la carta, ya no lo había intentado las anteriores veces.
Mientras su mirada se dirigía a la carta que le entregue sus gestos me parecieron fuera de lo común. Él no era igual a los demás. Los colores matizados a su alrededor así lo denotaban, pero mi mirada no se despegaba de él en lo que esperaba su respuesta, y eso nuevamente me causo molestia.
—Si no va a pedir nada, con permiso, tengo que-…
¡Espera! —se apresuro a decir, y yo lo volteé a ver con la mirada seria que me caracterizaba.
—Diga —y pareció recapacitar en mis palabras mientras se mordía el labio y evitaba mi mirada.
—Por favor —susurró—. He venido durante los últimos dos meses y aún no me has dicho tu nombre. ¿Cuánto tiempo más debo esperar?
Por donde quiera que lo vea sus palabras sonaron más a un mandato, pero su voz era tan dócil que mi mente no lo procesaba como una ordenanza. ¿Por qué tenía tanto interés en mi nombre? No, ¿Por qué insistía en brindarme atención que claramente no merecía?
—Solo soy un simple mesero.
¿Qué?
—Mi atención al cliente es meramente pasajera. ¿Por qué el interés?
¿Por qué no? Las experiencias más asombrosas se viven en un solo momento.
Y me quede mudo. Sus palabras se desplazaron por el aire como un baile acompasado pero de igual manera llegaron a mí como una ventisca en invierno.
Fruncí el ceño en desconformidad. Yo debería ser dueño de mis acciones y la impresión no era parte de mis planes.
—Debo irme, con permiso.
Esta vez mis pasos eran más ágiles que de costumbre, y en menos de un minuto entre a la cocina donde se encontraba mi madre. Apenas me vio se me acerco con una mirada preocupada alegando que me encontraba más pálido de lo normal.
No respondí.
Solo me digne en decir que me sentía mal y que me tomaría el resto del día libre.
Lo siento madre, la mentira no era parte de la indiferencia.
Desde ese momento me planteé firmemente que los domingos no iría a trabajar con mis padres.
Y así fue.
Al menos durante un mes completo, yo era dueño de mis acciones y mis pensamientos. Nada venía de improviso porque todo lo planeaba meticulosamente.
Eso era lo correcto.
Lunes por la tarde. Estos eran los días que más publico recibía la cafetería, pero era algo que no me molestaba. Estaba acostumbrado.
¿Puede tomar mi orden?
—Claro, enseguida le atien-…—y mis palabras se vieron cortadas de repente como si se tratara de un navaja contra el papel.
¿Qué hacía aquí? Hoy no era domingo.
—Hola, ha pasado mucho tiempo no lo crees.
Claro que lo creo.
—No lo creo —mentí— ¿Qué va a ordenar?
—Lo siento, hoy no pediré solo café negro. Como veras hoy vengo con compañía.
¿Qué?
—Ya veo.
Obviamente no lo había visto, o mejor dicho no la había visto. Pero ahí estaba, una chica rubia con cabello corto y un escote bastante pronunciable, mientras cruzaba las piernas y se le levantaba la falda.
¿Esto era la decencia de una señorita?
¿Qué vas a pedir linda?
Y no mentiré al decir que eso me causo escalofríos. Sentí como una ráfaga imponente me azotaba la cara. Eso no era normal, claro que no.
Sinceramente no preste atención a lo que ordenaron, y solo me dedique a copiar tal cual fue su orden. Para cuando llegué hasta donde papá le di la orden y le pedí que me dejara salir antes alegando que tenía muchos deberes que hacer.
Y por fortuna me cedió el permiso.
No reflexione ninguna de mis acciones, solo tomé mi chaqueta y salí de la cafetería con pasos presurosos, sin ver a nadie y sin decir palabra alguna.
Fueron diez o tal vez veinte pasos, pero todos estos hacían eco en mi mente. No deje de mirar el pavimento y mientras trataba de pensar con claridad y calmarme algo en mi pecho no dejaba de crear un sonido insoportable.
¿Qué me pasaba?
Un viento fuerte paso y pronto una lluvia cubría la ciudad. Esto tampoco era lo correcto. Definitivamente las sorpresas no eran lo mío.
Y mientras retiraba un mechón de mi frente, pensaba que podía hacer para evitar en lo máximo el aguacero inesperado.
—Tu cabello es lindo no dejes que se moje.
Levante la mirada y girando me tope con una sonrisa radiante. ¿Qué hacía aquí? ¿No debería estar con aquella chica en la cafetería?
—May no está. La mande a casa —respondió con una sonrisa adivinando mis dudas por completo.
No tuve que razonar mucho para saber que la chica que lo acompañaba hace poco se llamaba así. Era un lindo nombre, y le daba bastante bien. ¿Por qué la dejo para venir a verme?
¿Por qué?
—Sigo teniendo interés en tu nombre. —nuevamente fruncí el ceño.
¿Solo vino por mi nombre?
—A decir verdad todo tú me causa curiosidad, pero si ni siquiera puedo conseguir que me digas tu nombre dudo que me quieras decir más de ti.
Tenía razón. Tenía lógica y extrañamente eso me calmo. No del todo era tan inesperado.
—Keiji...Akaashi Keiji —respondí mientras desviaba la mirada.
—Al fin —suspiro—, tres meses y una semana.
¿Qué?
—Ese fue el tiempo exacto que me tomo conseguir tu nombre —y sonrió satisfecho— ¿no crees que la paciencia es una gran virtud?
—Creo que lo inesperado no es lo mío.
¿Y el amor a primera vista?
Me quede callado. ¿Creía en el amor a primera a vista? Claro que no, eso era tan banal que no gozaba de sentido alguno para mí.
—Creo que el amor no es para todos.
—Gran deducción —y aparto la mirada decepcionado—; la lluvia es hermosa, es transparente y siempre viene de sorpresa. Calma los corazones ansiosos y es perfecta para un buen inicio. —Expreso mientras se despojaba del paraguas y miraba el cielo.
—No lo entiendo.
—Digo que me cautivaste desde la primera vez que te vi. —declaró viéndome fijamente y por un momento pensé que todo a mi alrededor dejo de moverse y mi corazón se aceleraba
Por los próximos minutos nadie dijo nada pero nos vimos sumidos en un mundo reinado de soledad solo viéndonos directamente a los ojos.
—Keiji…—susurró, y yo no pensé que mi nombre podría sonar tan bien viniendo de otra persona.
¿Sí?
¿Crees en los besos bajo la lluvia? —y no entendí su pregunta.
—Creo que son posibles, sí.
¿Entonces puedo besarte?
Balbuceé un par de veces mientras trataba de atar palabras y pensamientos para poder responder, pero nada venía a mi mente.
Y no se necesito más.
Bokuto no necesito respuesta dicha de mi parte, porque en menos de un segundo la frialdad del clima fue reemplazado por la calidez de sus labios. Y no tarde en responder. Esto era de improvisto, pero se sentía tan bien.
Cuando nos separamos por falta de aire solo alcance a ver sus labios entreabiertos mientras sentía su agarre en mi cintura.
—Entonces…
—Entonces…
Erase una vez una sonrisa radiante…
—Que se enamoro de una mirada pasajera…
Y nuestros labios volvieron a acoplarse de manera perfecta mientras éramos bañados por la lluvia.

PD. Disculpen los errores, y ¡GRACIAS POR LEER!  
  • By: clxwnmxsk
  • Romance; fluff. au!
  • 2237 ~ one shot.
  • Música de ambientación sugeridaJaymes Young - I'll Be Good ♪



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