Nada había sido planeado. Todo había iniciado
de una manera diferente a lo que planeaban. La situación en la que se
encontraban no era favorable para ninguno de los dos. La tensión se sentía en
el aire de aquellas cuatro paredes. Estaban a pocos minutos de saber cual seria
su futuro. Todo dependía de una sola línea. Algo insignificante para muchos,
pero demasiado importante para ellos. Los minutos que pasaban, y habían sido
los más largos que habían podido creer.
Los segundos parecían ser interminables. El
sonido de las manecillas del reloj se hacía resonar en toda la habitación.
Ambos sabían perfectamente cual seria el resultado, o al menos trataban de dar
en lo cierto. Ninguno chocaba miradas con el otro. Estaban en mundos
diferentes, con sueños diferentes, tratando de crear otra realidad que solo
existiría en su mente. Querían darse el lujo de poder soñar una vida sin
ataduras tan solo por unos minutos. Querían poder salir de esa habitación,
mirarse a los ojos, sonreírse como tontos, darse un abrazo amistoso y salir por
la puerta con caminos diferentes. Pero esa no era su realidad.
Por su mente paso la idea de querer recordar
el momento que sería definitivo en su vida, pero que por ese momento no lo
sabría. Recordó cada segundo. Cada instante. Cada sensación. Cada emoción que
sintió al ver a los ojos, a un hermoso chico de cabellos dorados.
Recordar que todo sucedió por ir a una fiesta
a la que realmente no quería asistir. A una fiesta que se suponía que
terminaría en completa desilusión. Pero obviamente nada sale como una planea.
En su mente una pregunta se formulo “¿Por qué no me fui cuando tuve oportunidad?”
“Porque realmente no querías irte…Querías quedarte a contemplarlo toda la
noche” Respondió su subconsciente. Trato de hacer que aquella voz se
callara, pero lamentablemente no podía, porque aunque no quiera aceptarlo, esa
voz tenía razón. La razón fue simple. Desde el momento en que lo vio se quedo
perdido en sus ojos.
Nunca había sido de la clase de chicos que se
atrevía a dar el primer paso. Siempre se considero más un espectador, que el
protagonista de una historia que se desarrollaba en su mente.
El resto de esa noche no le perdió el rastro.
Cada movimiento que daba, él solo lo acechaba como un depredador a su presa. Y
gracias a una mirada que reflejaba seriedad y frialdad, lograba apartar a cada
chico o chica que se le acercaba. Nunca considero la idea de ser celoso o
querer poseer algo para si mismo, sin tener que compartirlo con alguien. Pero
obviamente aquel chico con mirada inocente lograba sacar ese lado que pensó que
nunca vería.
Cuando volvió a la realidad. Cuando vio que
frente a él, aquel chico de mirada inocente estaba mas que ansioso. Solo pudo
observar, pero sabía bien que esta vez no seria un simple espectador. Por que
sin querer o siquiera ser consiente, termino siendo el papel principal de
aquella obra que aún no poseía nombre.
—Lo siento… —Susurró.
No espero respuesta, de todas maneras nada servía si creía o no en sus
palabras. Ambos estaban en eso, y él por mas asustado que estaba, tenia que
aprender a lidiar con un chico de cabellos dorados y hermosos ojos.
—Yo…yo… —Su
voz entrecortada, sus manos jugaban entre si. Tenía la prueba en sus manos.
Pero aun no la había visto. Si lo haría, quería hacerlo junto a él. Junto al
chico de cabellos plateados, mirada penetrante que, en menos de un día, se
había vuelto en un factor importante en su vida—…también lo siento…
Aquellas palabras tomaron por sorpresa al
mayor. No esperaba que se disculpara. El era quien quería llevar consigo el
peso de lo que viniera. Bajo de su pequeño asiento improvisado, tomo las manos
heladas del frágil muchacho que estaba frente a el. Hizo que lo viera a los
ojos, y a modo de secreto susurró algo solo para él.
—No te disculpes. No hiciste nada malo —Dijo mientras con una mano acariciaba la
mejilla del menor, al ver que una lagrima estaba siendo derramada—. Ambos estamos en esto.
Juntos.
Ambos se abrazaron, aferrándose uno al otro.
Cerraron los ojos y como si estuvieran conectados, recordaron el momento
preciso de aquella noche que fue el inicio de una nueva vida.
Bailaba
al son de la música. Las luces de diferentes colores se dispersaban a su
alrededor. No podía ver con claridad con quien estaba. En toda el área que
llegaba a distinguir no podía reconocer ningún rostro conocido. Estaba por
retirarse cuando sintió una mano posarse en su cintura atrayéndolo a un cuerpo
totalmente desconocido.
—Hola… ¿Estas
solo? —Aquella voz
en su oído, hizo a su cuerpo estremecer. Sintió que la persona que le hablaba
era mucho más mayor que él. Su voz era gruesa, y por alguna razón le asustaba.
Dio vuelta para poder quedar de frente. Y lo que vio era a un hombre mucho
mayor que el. Mucho más alto, y sobretodo mucho más fornido que él. El miedo se
expandió con mucha más velocidad a través de todo su cuerpo.
—Lo…lo
siento…no estoy solo… —Trato
de escapar con aquella excusa barata, pensó que funcionaria. Se equivoco.
Cuando trataba de alejarse, su muñeca fue envuelta por algo duro y fuerte.
Soltó un pequeño grito ahogado. Al levantar la vista, sintió ganas de salir
corriendo, pero se encontraba vulnerable.
Trato de
buscar ayuda, mientras con la mirada recorría el lugar. Al no encontrar a
nadie, su pulso aumento desmesuradamente. Un sinfín de pensamientos pasaron por
su mente. Y estaba seguro que no saldría bien de todo eso.
—¿Que
sucede? ¿No encontraste a nadie para que te ayudara? —La voz sarcástica de aquel hombre, solo
aumento el nivel de adrenalina que almacenaba en su interior. Trato de ser valiente
por ese momento, de eso dependía su seguridad. Levanto en puño la mano que se
encontraba libre, y sin pensarlo dos veces la arremetió en el rostro de aquel
hombre.
Cuando
se dio cuenta de lo que había echo, era demasiado tarde. En menos de un segundo
se encontraba tendido en el suelo con la boca llena de sangre. No había salido
como planeaba. Dio vuelta para ver como terminarían con él. Su cuerpo tembló, y
por inercia cerro sus ojos a esperar que todo pasara.
No tuvo
conciencia de cuanto tiempo mantuvo los ojos cerrados. Pero en cuanto tuvo la
capacidad para mover el resto de su cuerpo, abrió los ojos. Un alivio se
extendió por todo su ser. Un chico de cabellos plateados estaba frente a él,
extendiéndole la mano. Tras pensarlo unos segundos, aceptó.
Un
intercambio de miradas. Un intercambio de nombres. Ese fue el momento preciso.
El momento clave donde todo cambiaría. Solo basto que le extendieran la mano
para que el resto de la noche ambos vivieran una de las mejores experiencias de
su vida. Pero también una que no se esperaban.
—No quiero hacerlo… —Se
aferró a la camiseta del mayor y sin esperar lágrimas surcaron sus ojos. Tenía
miedo y era comprensible. Con tan solo dieciocho lo que le esperaba era una
carga muy pesada.
—Tranquilo. Yo estoy contigo. Recuerda estamos juntos en esto —Empezó a sobarle la
espalda de manera suave y lenta. Quería que se calmara. Quería que Luhan, que
su Luhan estará bien. Él también lo necesitaba.
Después de juntar el valor necesario. Decidió
dar vuelta a aquella prueba. El corazón pareció detenerse. Todo de un momento a
otro se había vuelto en silencio total. Quería creer que estaba soñando, y que
más querría ahora que despertar en su cama y dar un suspiro de alivio. Aquello
no era cierto. Sabia muy bien lo que le esperaba ahora…La prueba había salido
positiva.
Su llanto no se detuvo por nada. Sintió su
cuerpo desfallecer. Quiso caer al suelo, pero en cuanto lo intento unos brazos
lo sostuvieron. Ese era Sehun, su chico de cabellos plateados y mirada penetrante.
Entendió entonces que por mas que quisiera no estaba solo, y no lo estaría mas.
Tenía a alguien que lo apoyaba, y lo haría siempre.
Ambos lo sabían. Era una situación que no
esperaban, pero que con valor la aceptarían. Sus miradas chocaron una vez mas
como en aquella noche que sin saber hicieron una promesa de estar juntos. Una
promesa que ambos cumplirían por el resto de sus vidas.
PD. Disculpen los errores, y ¡GRACIAS POR LEER! ♡
By: clxwnmxsk
Romance; mpreg, fluff. au!
1403 ~ one shot.
Música de ambientación sugerida: EXO - Moonlight ♪
Dos meses. Ocho semanas. Cincuenta y siete días.
Cada uno peor que el otro, y mi mente solo llega a procesar una idea con la que
estoy satisfecho, o al menos antes lo estaba: el amor no siempre es para todos.
¿Sera verdad?
En mi basto raciocinio así es, pero la vida da
tantas vueltas que acostumbrarme de manera abrupta solo sería provocarme
jaqueca. Y esa es una de las cosas que mas odio.
Viéndolo desde otra perspectiva, no tiene sentido.
Él único que tiene todo el derecho de cambiar todo dentro de uno mismo, es uno
mismo precisamente. Nadie más que uno. Si yo no controlo mis propias acciones
nadie más lo hará, y si alguien más quisiera intentarlo, pues sería meramente
imposible.
Mi cuerpo esta acorde con mi mente, y esa es la
manera correcta de las cosas. No hay otra, esa es la única.
“Corazón de hielo” eso es como me han apodado
durante los últimos cuatro años. No me molesta, me parece algo bastante acorde
a mi personalidad. Pero yo lo definiría como ‘APATICO’. Sería la definición
perfecta, pero como siempre, las personas están acostumbradas a ver todo de una
manera metafórica ya que es imposible que alguien de verdad tuviera un corazón
cual escarcha.
Pero el hecho estaba en el tiempo.
Siempre he sido muy meticuloso respecto al orden y
todas sus derivaciones. La manera correcta de hacer las cosas siempre tenían un
inicio y un final, el orden es importante, y considero fervientemente que todos
debían respetar ello.
Pero todo tiene una razón, y la razón por la que
soy apático es porque la vida de las demás personas a mi alrededor me parecen
poco importantes, partiendo desde mi familia, lo único importante para mí
serían mis progenitores, el resto me es indiferente.
La verdadera razón es porque a mí alrededor de las
personas siempre se dibujan colores grises y sonrisas falsas. Mi mente de esa
manera lo interpretaba. A mi alrededor no había otro color aparte del gris.
Y de pronto pensé que tal vez las personas no
deberían ser así, que tal vez lo idóneo sería dibujar de colores la vida para
que esta tenga un poco más de vigor…o tal vez lo ideal sería que todo estuviera
tal y como esta.
Es cierto. A nadie le interesa la opinión de un
chico de dieciséis años. Y a las personas con mucho más recorrido en la vida
mucho menos.
Si. Las mejores ideas provienen de aquellas
personas ignoradas en el mundo, tal vez mis pensamientos sean una alhaja digna
de admirar, pero apuesto que no tendría audiencia que pudiera vanagloriarla.
Así de
sencilla y complicada es la vida.
Hermosamente cruel.
—Keiji, nuevo cliente.
Y escuchando el llamado de mi padre, desplace mis
pensamientos de adolescente utópico para dirigirme al nuevo cliente que acababa
de acontecer.
—Buenas tardes ¿puedo tomar su orden? —y mis
palabras parecieron no surgir efecto en la persona que tenía en frente ya que
no mostró si quiera signos de escucharme o prestarme atención— ¿puedo tomar su
orden? —pregunte elevando mucho más la voz.
Pero el resultado pareció ser el mismo. Resople un
poco cansado de la situación. Aún no lograba entender porque la cafetería de
papá abría los domingos cuando claramente eran los días menos concurridos. ¿No
sería preferible que nuestra atención se diera únicamente en el horario de seis
días a la semana en vez de siete a la semana?
Claramente no me escucharían si diera mi opinión, y
mis palabras ondularían en el aire como artista en la pista.
Al parecer ese es lugar adecuado para mi
razonamiento. Escuchado por nadie y escondido en un baúl con doble seguridad
que lo conformaba mi mente ilusoria.
Si tan solo todos serían un poco más abiertos de
mente.
No. Definitivamente no.
—Es por eso que la inclinación hacia algo debe ser
más caprichosa.
— ¿Creí que querías mi orden?
Y solo me limite a verlo directamente a los ojos
sin emoción alguna. Él me había escuchado y yo no me disculpaba por ello. Bueno
tampoco era como si fuera un delito.
—Es cierto —respondí estoico— ¿Qué va a ordenar?
—Solo un café negro para empezar.
— ¿Tanto tiempo meditándolo y solo eso
va a ordenar?
Tal vez era porque mis pensamientos estaban más
desbordantes que cualquier día, pero involuntariamente las palabras fluían y yo
no me detenía a meditar sobre ello.
—Disculpa que te haya echo esperar, tuve un día
malo es todo —se disculpó y yo solo fruncí el ceño a causa de su incordia
sinceridad.
Él que debería disculparse soy yo, no él.
—No pasa nada —y con completa parsimonia me dirige
hacía mi padre que estaba detrás de la barra de atención. —Un café negro.
— ¿Paso algo malo con ese cliente? Lo oí
pedir disculpas, ¿te hizo algo?
Si. No sé qué exactamente, pero me molesta y
preferiría que le encargaras la orden a otro.
—No es nada.
— ¿Seguro?
Por supuesto que no.
—Seguro.
Y para cuando le entregue la orden, él no me aparto
la mirada a pesar de que yo no lo estuviera viendo directamente.
—Con permiso.
— ¿Cómo te llamas?
— ¿Disculpe?
—Yo soy Kotaro, Bokuto Kotaro, un gusto.
—Disfrute su café.
Y sin darle tiempo a replicar me fui directo a la
barra de mi padre. Nuevamente preguntas innecesarias y respuestas llanas.
¿Debía responder? No, no tiene importancia.
Nada tiene importancia.
Ese era mi pensamiento de hace dos meses. Porque
durante ocho semanas consecutivas, todos los domingos, a la misma hora y en el
mismo lugar: el mismo cliente de mirada cálida y voz serena.
— ¿Un café negro?
—Si.
— ¿Algo más?
—Si, tú nombre.
—Ya le traigo su orden.
Nuevamente le daba la espalda pero podía sentir que
su mirada me acompañaba en cada paso que daba. Siempre era así cada que venía,
pero por alguna extraña razón no terminaba de acostumbrarme.
Y no tenía porque hacerlo.
—Aquí tiene. —dije depositando la taza frente a él.
— ¿Puedo pedir algo más?
—Si es algo de la carta, adelante —y se quedo
callado ante mis palabras. Era obvio que no sería nada de la carta, ya no lo
había intentado las anteriores veces.
Mientras su mirada se dirigía a la carta que le
entregue sus gestos me parecieron fuera de lo común. Él no era igual a los
demás. Los colores matizados a su alrededor así lo denotaban, pero mi mirada no
se despegaba de él en lo que esperaba su respuesta, y eso nuevamente me causo
molestia.
—Si no va a pedir nada, con permiso, tengo que-…
— ¡Espera! —se apresuro a decir, y yo lo
volteé a ver con la mirada seria que me caracterizaba.
—Diga —y pareció recapacitar en mis palabras
mientras se mordía el labio y evitaba mi mirada.
—Por favor —susurró—. He venido durante los últimos
dos meses y aún no me has dicho tu nombre. ¿Cuánto tiempo más debo esperar?
Por donde quiera que lo vea sus palabras sonaron
más a un mandato, pero su voz era tan dócil que mi mente no lo procesaba como
una ordenanza. ¿Por qué tenía tanto interés en mi nombre? No, ¿Por qué insistía
en brindarme atención que claramente no merecía?
—Solo soy un simple mesero.
— ¿Qué?
—Mi atención al cliente es meramente pasajera. ¿Por
qué el interés?
— ¿Por qué no? Las experiencias más
asombrosas se viven en un solo momento.
Y me quede mudo. Sus palabras se desplazaron por el
aire como un baile acompasado pero de igual manera llegaron a mí como una
ventisca en invierno.
Fruncí el ceño en desconformidad. Yo debería ser
dueño de mis acciones y la impresión no era parte de mis planes.
—Debo irme, con permiso.
Esta vez mis pasos eran más ágiles que de
costumbre, y en menos de un minuto entre a la cocina donde se encontraba mi
madre. Apenas me vio se me acerco con una mirada preocupada alegando que me
encontraba más pálido de lo normal.
No respondí.
Solo me digne en decir que me sentía mal y que me
tomaría el resto del día libre.
Lo siento madre, la mentira no era parte de la
indiferencia.
Desde ese momento me planteé firmemente que los
domingos no iría a trabajar con mis padres.
Y así fue.
Al menos durante un mes completo, yo era dueño de
mis acciones y mis pensamientos. Nada venía de improviso porque todo lo
planeaba meticulosamente.
Eso era lo correcto.
Lunes por la tarde. Estos eran los días que más
publico recibía la cafetería, pero era algo que no me molestaba. Estaba
acostumbrado.
— ¿Puede tomar mi orden?
—Claro, enseguida le atien-…—y mis palabras se
vieron cortadas de repente como si se tratara de un navaja contra el papel.
¿Qué hacía aquí? Hoy no era domingo.
—Hola, ha pasado mucho tiempo no lo crees.
Claro que lo creo.
—No lo creo —mentí— ¿Qué va a ordenar?
—Lo siento, hoy no pediré solo café negro. Como
veras hoy vengo con compañía.
¿Qué?
—Ya veo.
Obviamente no lo había visto, o mejor dicho no la
había visto. Pero ahí estaba, una chica rubia con cabello corto y un escote
bastante pronunciable, mientras cruzaba las piernas y se le levantaba la falda.
¿Esto era la decencia de una señorita?
— ¿Qué vas a pedir linda?
Y no mentiré al decir que eso me causo escalofríos.
Sentí como una ráfaga imponente me azotaba la cara. Eso no era normal, claro
que no.
Sinceramente no preste atención a lo que ordenaron,
y solo me dedique a copiar tal cual fue su orden. Para cuando llegué hasta
donde papá le di la orden y le pedí que me dejara salir antes alegando que
tenía muchos deberes que hacer.
Y por fortuna me cedió el permiso.
No reflexione ninguna de mis acciones, solo tomé mi
chaqueta y salí de la cafetería con pasos presurosos, sin ver a nadie y sin
decir palabra alguna.
Fueron diez o tal vez veinte pasos, pero todos
estos hacían eco en mi mente. No deje de mirar el pavimento y mientras trataba
de pensar con claridad y calmarme algo en mi pecho no dejaba de crear un sonido
insoportable.
¿Qué me pasaba?
Un viento fuerte paso y pronto una lluvia cubría la
ciudad. Esto tampoco era lo correcto. Definitivamente las sorpresas no eran lo
mío.
Y mientras retiraba un mechón de mi frente, pensaba que podía hacer para evitar en lo máximo el aguacero inesperado.
—Tu cabello es lindo no dejes que se moje.
Levante la mirada y girando me tope con una sonrisa
radiante. ¿Qué hacía aquí? ¿No debería estar con aquella chica en la cafetería?
—May no está. La mande a casa —respondió con una
sonrisa adivinando mis dudas por completo.
No tuve que razonar mucho para saber que la chica
que lo acompañaba hace poco se llamaba así. Era un lindo nombre, y le daba
bastante bien. ¿Por qué la dejo para venir a verme?
— ¿Por qué?
—Sigo teniendo interés en tu nombre. —nuevamente
fruncí el ceño.
— ¿Solo vino por mi nombre?
—A decir verdad todo tú me causa curiosidad, pero
si ni siquiera puedo conseguir que me digas tu nombre dudo que me quieras decir
más de ti.
Tenía razón. Tenía lógica y extrañamente eso me
calmo. No del todo era tan inesperado.
—Keiji...Akaashi Keiji —respondí mientras desviaba la mirada.
—Al fin —suspiro—, tres meses y una semana.
— ¿Qué?
—Ese fue el tiempo exacto que me tomo conseguir tu
nombre —y sonrió satisfecho— ¿no crees que la paciencia es una gran virtud?
—Creo que lo inesperado no es lo mío.
— ¿Y el amor a primera vista?
Me quede callado. ¿Creía en el amor a primera a
vista? Claro que no, eso era tan banal que no gozaba de sentido alguno para mí.
—Creo que el amor no es para todos.
—Gran deducción —y aparto la mirada decepcionado—;
la lluvia es hermosa, es transparente y siempre viene de sorpresa. Calma los
corazones ansiosos y es perfecta para un buen inicio. —Expreso mientras se
despojaba del paraguas y miraba el cielo.
—No lo entiendo.
—Digo que me cautivaste desde la primera vez que te
vi. —declaró viéndome fijamente y por un momento pensé que todo a mi alrededor
dejo de moverse y mi corazón se aceleraba
Por los próximos minutos nadie dijo nada pero nos
vimos sumidos en un mundo reinado de soledad solo viéndonos directamente a los
ojos.
—Keiji…—susurró, y yo no pensé que mi nombre
podría sonar tan bien viniendo de otra persona.
— ¿Sí?
— ¿Crees en los besos bajo la lluvia? —y
no entendí su pregunta.
—Creo que son posibles, sí.
— ¿Entonces puedo besarte?
Balbuceé un par de veces mientras trataba de atar
palabras y pensamientos para poder responder, pero nada venía a mi mente.
Y no se necesito más.
Bokuto no necesito respuesta dicha de mi parte,
porque en menos de un segundo la frialdad del clima fue reemplazado por la
calidez de sus labios. Y no tarde en responder. Esto era de improvisto, pero se
sentía tan bien.
Cuando nos separamos por falta de aire solo alcance
a ver sus labios entreabiertos mientras sentía su agarre en mi cintura.
—Entonces…
—Entonces…
—Erase una vez una sonrisa radiante…
—Que se enamoro de una mirada pasajera…
Y nuestros labios volvieron a acoplarse de manera perfecta
mientras éramos bañados por la lluvia.
PD. Disculpen los errores, y ¡GRACIAS POR LEER! ♡
By: clxwnmxsk
Romance; fluff. au!
2237 ~ one shot.
Música de ambientación sugerida: Jaymes Young - I'll Be Good ♪
Arlequín de la antigüedad, aquel que sonríe con una sonrisa dibujada en carmín. Llevo letras en el alma y sueños en la cabeza. Caminante de una ruta sin retorno. Enamorada de un alma desahuciada que siempre recordaré a través de mis escritos, como él me recuerda en sueños.
¡Disclaimer!
A través de Tinta y Papel...
La mayoría de las veces sueño despierta y rio sola. Y está bien, porque así soy. Con una debilidad por las personas heridas y con un buen sentido del humor.
Una persona que gusta de la buena música independientemente del idioma, que adora las letras amorosas y el olor de los libros antiguos. Disfrutando de un buen anime para variar, al igual que los mangas que me consumen por completo.
Llevo una promesa de la luna tatuada en el alma: 11:06.
Llevo una máscara que unos chicos me regalaron con todo su amor.
Escribo por mero placer, de las parejas que muestran tanto cariño como por aquellos que los crearon.
¡Importante!
¡TaYuto!
❥「 Yutori es lo más dulce del mundo. Taku es lo más alegre y divertido que él adorara por el resto de su vida! 」
Era una injusticia no permitirme festejar cuando realmente quería reír. Era una injusticia pues la mascara de felicidad que cargaba como ...
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