jueves

❝❞ ━: Unexpected「 HunHan 」


Nada había sido planeado. Todo había iniciado de una manera diferente a lo que planeaban. La situación en la que se encontraban no era favorable para ninguno de los dos. La tensión se sentía en el aire de aquellas cuatro paredes. Estaban a pocos minutos de saber cual seria su futuro. Todo dependía de una sola línea. Algo insignificante para muchos, pero demasiado importante para ellos. Los minutos que pasaban, y habían sido los más largos que habían podido creer.
Los segundos parecían ser interminables. El sonido de las manecillas del reloj se hacía resonar en toda la habitación. Ambos sabían perfectamente cual seria el resultado, o al menos trataban de dar en lo cierto. Ninguno chocaba miradas con el otro. Estaban en mundos diferentes, con sueños diferentes, tratando de crear otra realidad que solo existiría en su mente. Querían darse el lujo de poder soñar una vida sin ataduras tan solo por unos minutos. Querían poder salir de esa habitación, mirarse a los ojos, sonreírse como tontos, darse un abrazo amistoso y salir por la puerta con caminos diferentes. Pero esa no era su realidad.
Por su mente paso la idea de querer recordar el momento que sería definitivo en su vida, pero que por ese momento no lo sabría. Recordó cada segundo. Cada instante. Cada sensación. Cada emoción que sintió al ver a los ojos, a un hermoso chico de cabellos dorados.
Recordar que todo sucedió por ir a una fiesta a la que realmente no quería asistir. A una fiesta que se suponía que terminaría en completa desilusión. Pero obviamente nada sale como una planea.
En su mente una pregunta se formulo “¿Por qué no me fui cuando tuve oportunidad?” “Porque realmente no querías irte…Querías quedarte a contemplarlo toda la noche” Respondió su subconsciente. Trato de hacer que aquella voz se callara, pero lamentablemente no podía, porque aunque no quiera aceptarlo, esa voz tenía razón. La razón fue simple. Desde el momento en que lo vio se quedo perdido en sus ojos.
Nunca había sido de la clase de chicos que se atrevía a dar el primer paso. Siempre se considero más un espectador, que el protagonista de una historia que se desarrollaba en su mente.
El resto de esa noche no le perdió el rastro. Cada movimiento que daba, él solo lo acechaba como un depredador a su presa. Y gracias a una mirada que reflejaba seriedad y frialdad, lograba apartar a cada chico o chica que se le acercaba. Nunca considero la idea de ser celoso o querer poseer algo para si mismo, sin tener que compartirlo con alguien. Pero obviamente aquel chico con mirada inocente lograba sacar ese lado que pensó que nunca vería.
Cuando volvió a la realidad. Cuando vio que frente a él, aquel chico de mirada inocente estaba mas que ansioso. Solo pudo observar, pero sabía bien que esta vez no seria un simple espectador. Por que sin querer o siquiera ser consiente, termino siendo el papel principal de aquella obra que aún no poseía nombre.
Lo siento… Susurró. No espero respuesta, de todas maneras nada servía si creía o no en sus palabras. Ambos estaban en eso, y él por mas asustado que estaba, tenia que aprender a lidiar con un chico de cabellos dorados y hermosos ojos.
Yo…yo… Su voz entrecortada, sus manos jugaban entre si. Tenía la prueba en sus manos. Pero aun no la había visto. Si lo haría, quería hacerlo junto a él. Junto al chico de cabellos plateados, mirada penetrante que, en menos de un día, se había vuelto en un factor importante en su vida…también lo siento…
Aquellas palabras tomaron por sorpresa al mayor. No esperaba que se disculpara. El era quien quería llevar consigo el peso de lo que viniera. Bajo de su pequeño asiento improvisado, tomo las manos heladas del frágil muchacho que estaba frente a el. Hizo que lo viera a los ojos, y a modo de secreto susurró algo solo para él.
No te disculpes. No hiciste nada malo Dijo mientras con una mano acariciaba la mejilla del menor, al ver que una lagrima estaba siendo derramada. Ambos estamos en esto. Juntos.
Ambos se abrazaron, aferrándose uno al otro. Cerraron los ojos y como si estuvieran conectados, recordaron el momento preciso de aquella noche que fue el inicio de una nueva vida.

Bailaba al son de la música. Las luces de diferentes colores se dispersaban a su alrededor. No podía ver con claridad con quien estaba. En toda el área que llegaba a distinguir no podía reconocer ningún rostro conocido. Estaba por retirarse cuando sintió una mano posarse en su cintura atrayéndolo a un cuerpo totalmente desconocido.
Hola… ¿Estas solo? Aquella voz en su oído, hizo a su cuerpo estremecer. Sintió que la persona que le hablaba era mucho más mayor que él. Su voz era gruesa, y por alguna razón le asustaba. Dio vuelta para poder quedar de frente. Y lo que vio era a un hombre mucho mayor que el. Mucho más alto, y sobretodo mucho más fornido que él. El miedo se expandió con mucha más velocidad a través de todo su cuerpo.
Lo…lo siento…no estoy solo… Trato de escapar con aquella excusa barata, pensó que funcionaria. Se equivoco. Cuando trataba de alejarse, su muñeca fue envuelta por algo duro y fuerte. Soltó un pequeño grito ahogado. Al levantar la vista, sintió ganas de salir corriendo, pero se encontraba vulnerable.
Trato de buscar ayuda, mientras con la mirada recorría el lugar. Al no encontrar a nadie, su pulso aumento desmesuradamente. Un sinfín de pensamientos pasaron por su mente. Y estaba seguro que no saldría bien de todo eso.
¿Que sucede? ¿No encontraste a nadie para que te ayudara? La voz sarcástica de aquel hombre, solo aumento el nivel de adrenalina que almacenaba en su interior. Trato de ser valiente por ese momento, de eso dependía su seguridad. Levanto en puño la mano que se encontraba libre, y sin pensarlo dos veces la arremetió en el rostro de aquel hombre.  
Cuando se dio cuenta de lo que había echo, era demasiado tarde. En menos de un segundo se encontraba tendido en el suelo con la boca llena de sangre. No había salido como planeaba. Dio vuelta para ver como terminarían con él. Su cuerpo tembló, y por inercia cerro sus ojos a esperar que todo pasara.
No tuvo conciencia de cuanto tiempo mantuvo los ojos cerrados. Pero en cuanto tuvo la capacidad para mover el resto de su cuerpo, abrió los ojos. Un alivio se extendió por todo su ser. Un chico de cabellos plateados estaba frente a él, extendiéndole la mano. Tras pensarlo unos segundos, aceptó.
Un intercambio de miradas. Un intercambio de nombres. Ese fue el momento preciso. El momento clave donde todo cambiaría. Solo basto que le extendieran la mano para que el resto de la noche ambos vivieran una de las mejores experiencias de su vida. Pero también una que no se esperaban.

No quiero hacerlo… Se aferró a la camiseta del mayor y sin esperar lágrimas surcaron sus ojos. Tenía miedo y era comprensible. Con tan solo dieciocho lo que le esperaba era una carga muy pesada.
Tranquilo. Yo estoy contigo. Recuerda estamos juntos en esto Empezó a sobarle la espalda de manera suave y lenta. Quería que se calmara. Quería que Luhan, que su Luhan estará bien. Él también lo necesitaba.
Después de juntar el valor necesario. Decidió dar vuelta a aquella prueba. El corazón pareció detenerse. Todo de un momento a otro se había vuelto en silencio total. Quería creer que estaba soñando, y que más querría ahora que despertar en su cama y dar un suspiro de alivio. Aquello no era cierto. Sabia muy bien lo que le esperaba ahora…La prueba había salido positiva.
Su llanto no se detuvo por nada. Sintió su cuerpo desfallecer. Quiso caer al suelo, pero en cuanto lo intento unos brazos lo sostuvieron. Ese era Sehun, su chico de cabellos plateados y mirada penetrante. Entendió entonces que por mas que quisiera no estaba solo, y no lo estaría mas. Tenía a alguien que lo apoyaba, y lo haría siempre.
Ambos lo sabían. Era una situación que no esperaban, pero que con valor la aceptarían. Sus miradas chocaron una vez mas como en aquella noche que sin saber hicieron una promesa de estar juntos. Una promesa que ambos cumplirían por el resto de sus vidas.

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  • Música de ambientación sugeridaEXO - Moonlight ♪

❝❞ ━: Ignavia「 BokuAka 」


Ignavia: Apatía

Dos meses. Ocho semanas. Cincuenta y siete días. Cada uno peor que el otro, y mi mente solo llega a procesar una idea con la que estoy satisfecho, o al menos antes lo estaba: el amor no siempre es para todos.
¿Sera verdad?
En mi basto raciocinio así es, pero la vida da tantas vueltas que acostumbrarme de manera abrupta solo sería provocarme jaqueca. Y esa es una de las cosas que mas odio.
Viéndolo desde otra perspectiva, no tiene sentido. Él único que tiene todo el derecho de cambiar todo dentro de uno mismo, es uno mismo precisamente. Nadie más que uno. Si yo no controlo mis propias acciones nadie más lo hará, y si alguien más quisiera intentarlo, pues sería meramente imposible.
Mi cuerpo esta acorde con mi mente, y esa es la manera correcta de las cosas. No hay otra, esa es la única.
“Corazón de hielo” eso es como me han apodado durante los últimos cuatro años. No me molesta, me parece algo bastante acorde a mi personalidad. Pero yo lo definiría como ‘APATICO’. Sería la definición perfecta, pero como siempre, las personas están acostumbradas a ver todo de una manera metafórica ya que es imposible que alguien de verdad tuviera un corazón cual escarcha.
Pero el hecho estaba en el tiempo.
Siempre he sido muy meticuloso respecto al orden y todas sus derivaciones. La manera correcta de hacer las cosas siempre tenían un inicio y un final, el orden es importante, y considero fervientemente que todos debían respetar ello.
Pero todo tiene una razón, y la razón por la que soy apático es porque la vida de las demás personas a mi alrededor me parecen poco importantes, partiendo desde mi familia, lo único importante para mí serían mis progenitores, el resto me es indiferente.
La verdadera razón es porque a mí alrededor de las personas siempre se dibujan colores grises y sonrisas falsas. Mi mente de esa manera lo interpretaba. A mi alrededor no había otro color aparte del gris.
Y de pronto pensé que tal vez las personas no deberían ser así, que tal vez lo idóneo sería dibujar de colores la vida para que esta tenga un poco más de vigor…o tal vez lo ideal sería que todo estuviera tal y como esta.
Es cierto. A nadie le interesa la opinión de un chico de dieciséis años. Y a las personas con mucho más recorrido en la vida mucho menos.
Si. Las mejores ideas provienen de aquellas personas ignoradas en el mundo, tal vez mis pensamientos sean una alhaja digna de admirar, pero apuesto que no tendría audiencia que pudiera vanagloriarla.
 Así de sencilla y complicada es la vida.
Hermosamente cruel.
—Keiji, nuevo cliente.
Y escuchando el llamado de mi padre, desplace mis pensamientos de adolescente utópico para dirigirme al nuevo cliente que acababa de acontecer.
—Buenas tardes ¿puedo tomar su orden? —y mis palabras parecieron no surgir efecto en la persona que tenía en frente ya que no mostró si quiera signos de escucharme o prestarme atención— ¿puedo tomar su orden? —pregunte elevando mucho más la voz.
Pero el resultado pareció ser el mismo. Resople un poco cansado de la situación. Aún no lograba entender porque la cafetería de papá abría los domingos cuando claramente eran los días menos concurridos. ¿No sería preferible que nuestra atención se diera únicamente en el horario de seis días a la semana en vez de siete a la semana?
Claramente no me escucharían si diera mi opinión, y mis palabras ondularían en el aire como artista en la pista.
Al parecer ese es lugar adecuado para mi razonamiento. Escuchado por nadie y escondido en un baúl con doble seguridad que lo conformaba mi mente ilusoria.
Si tan solo todos serían un poco más abiertos de mente.
No. Definitivamente no.
—Es por eso que la inclinación hacia algo debe ser más caprichosa.
¿Creí que querías mi orden?
Y solo me limite a verlo directamente a los ojos sin emoción alguna. Él me había escuchado y yo no me disculpaba por ello. Bueno tampoco era como si fuera un delito.
—Es cierto —respondí estoico— ¿Qué va a ordenar?
—Solo un café negro para empezar.
¿Tanto tiempo meditándolo y solo eso va a ordenar?
Tal vez era porque mis pensamientos estaban más desbordantes que cualquier día, pero involuntariamente las palabras fluían y yo no me detenía a meditar sobre ello.
—Disculpa que te haya echo esperar, tuve un día malo es todo —se disculpó y yo solo fruncí el ceño a causa de su incordia sinceridad.
Él que debería disculparse soy yo, no él.
—No pasa nada —y con completa parsimonia me dirige hacía mi padre que estaba detrás de la barra de atención. —Un café negro.
¿Paso algo malo con ese cliente? Lo oí pedir disculpas, ¿te hizo algo?
Si. No sé qué exactamente, pero me molesta y preferiría que le encargaras la orden a otro.
—No es nada.
¿Seguro?
Por supuesto que no.
—Seguro.
Y para cuando le entregue la orden, él no me aparto la mirada a pesar de que yo no lo estuviera viendo directamente.
—Con permiso.
¿Cómo te llamas?
¿Disculpe?
—Yo soy Kotaro, Bokuto Kotaro, un gusto.
—Disfrute su café.
Y sin darle tiempo a replicar me fui directo a la barra de mi padre. Nuevamente preguntas innecesarias y respuestas llanas.
¿Debía responder? No, no tiene importancia.
Nada tiene importancia.
Ese era mi pensamiento de hace dos meses. Porque durante ocho semanas consecutivas, todos los domingos, a la misma hora y en el mismo lugar: el mismo cliente de mirada cálida y voz serena.
¿Un café negro?
—Si.
¿Algo más?
—Si, tú nombre.
—Ya le traigo su orden.
Nuevamente le daba la espalda pero podía sentir que su mirada me acompañaba en cada paso que daba. Siempre era así cada que venía, pero por alguna extraña razón no terminaba de acostumbrarme.
Y no tenía porque hacerlo.
—Aquí tiene. —dije depositando la taza frente a él.
¿Puedo pedir algo más?
—Si es algo de la carta, adelante —y se quedo callado ante mis palabras. Era obvio que no sería nada de la carta, ya no lo había intentado las anteriores veces.
Mientras su mirada se dirigía a la carta que le entregue sus gestos me parecieron fuera de lo común. Él no era igual a los demás. Los colores matizados a su alrededor así lo denotaban, pero mi mirada no se despegaba de él en lo que esperaba su respuesta, y eso nuevamente me causo molestia.
—Si no va a pedir nada, con permiso, tengo que-…
¡Espera! —se apresuro a decir, y yo lo volteé a ver con la mirada seria que me caracterizaba.
—Diga —y pareció recapacitar en mis palabras mientras se mordía el labio y evitaba mi mirada.
—Por favor —susurró—. He venido durante los últimos dos meses y aún no me has dicho tu nombre. ¿Cuánto tiempo más debo esperar?
Por donde quiera que lo vea sus palabras sonaron más a un mandato, pero su voz era tan dócil que mi mente no lo procesaba como una ordenanza. ¿Por qué tenía tanto interés en mi nombre? No, ¿Por qué insistía en brindarme atención que claramente no merecía?
—Solo soy un simple mesero.
¿Qué?
—Mi atención al cliente es meramente pasajera. ¿Por qué el interés?
¿Por qué no? Las experiencias más asombrosas se viven en un solo momento.
Y me quede mudo. Sus palabras se desplazaron por el aire como un baile acompasado pero de igual manera llegaron a mí como una ventisca en invierno.
Fruncí el ceño en desconformidad. Yo debería ser dueño de mis acciones y la impresión no era parte de mis planes.
—Debo irme, con permiso.
Esta vez mis pasos eran más ágiles que de costumbre, y en menos de un minuto entre a la cocina donde se encontraba mi madre. Apenas me vio se me acerco con una mirada preocupada alegando que me encontraba más pálido de lo normal.
No respondí.
Solo me digne en decir que me sentía mal y que me tomaría el resto del día libre.
Lo siento madre, la mentira no era parte de la indiferencia.
Desde ese momento me planteé firmemente que los domingos no iría a trabajar con mis padres.
Y así fue.
Al menos durante un mes completo, yo era dueño de mis acciones y mis pensamientos. Nada venía de improviso porque todo lo planeaba meticulosamente.
Eso era lo correcto.
Lunes por la tarde. Estos eran los días que más publico recibía la cafetería, pero era algo que no me molestaba. Estaba acostumbrado.
¿Puede tomar mi orden?
—Claro, enseguida le atien-…—y mis palabras se vieron cortadas de repente como si se tratara de un navaja contra el papel.
¿Qué hacía aquí? Hoy no era domingo.
—Hola, ha pasado mucho tiempo no lo crees.
Claro que lo creo.
—No lo creo —mentí— ¿Qué va a ordenar?
—Lo siento, hoy no pediré solo café negro. Como veras hoy vengo con compañía.
¿Qué?
—Ya veo.
Obviamente no lo había visto, o mejor dicho no la había visto. Pero ahí estaba, una chica rubia con cabello corto y un escote bastante pronunciable, mientras cruzaba las piernas y se le levantaba la falda.
¿Esto era la decencia de una señorita?
¿Qué vas a pedir linda?
Y no mentiré al decir que eso me causo escalofríos. Sentí como una ráfaga imponente me azotaba la cara. Eso no era normal, claro que no.
Sinceramente no preste atención a lo que ordenaron, y solo me dedique a copiar tal cual fue su orden. Para cuando llegué hasta donde papá le di la orden y le pedí que me dejara salir antes alegando que tenía muchos deberes que hacer.
Y por fortuna me cedió el permiso.
No reflexione ninguna de mis acciones, solo tomé mi chaqueta y salí de la cafetería con pasos presurosos, sin ver a nadie y sin decir palabra alguna.
Fueron diez o tal vez veinte pasos, pero todos estos hacían eco en mi mente. No deje de mirar el pavimento y mientras trataba de pensar con claridad y calmarme algo en mi pecho no dejaba de crear un sonido insoportable.
¿Qué me pasaba?
Un viento fuerte paso y pronto una lluvia cubría la ciudad. Esto tampoco era lo correcto. Definitivamente las sorpresas no eran lo mío.
Y mientras retiraba un mechón de mi frente, pensaba que podía hacer para evitar en lo máximo el aguacero inesperado.
—Tu cabello es lindo no dejes que se moje.
Levante la mirada y girando me tope con una sonrisa radiante. ¿Qué hacía aquí? ¿No debería estar con aquella chica en la cafetería?
—May no está. La mande a casa —respondió con una sonrisa adivinando mis dudas por completo.
No tuve que razonar mucho para saber que la chica que lo acompañaba hace poco se llamaba así. Era un lindo nombre, y le daba bastante bien. ¿Por qué la dejo para venir a verme?
¿Por qué?
—Sigo teniendo interés en tu nombre. —nuevamente fruncí el ceño.
¿Solo vino por mi nombre?
—A decir verdad todo tú me causa curiosidad, pero si ni siquiera puedo conseguir que me digas tu nombre dudo que me quieras decir más de ti.
Tenía razón. Tenía lógica y extrañamente eso me calmo. No del todo era tan inesperado.
—Keiji...Akaashi Keiji —respondí mientras desviaba la mirada.
—Al fin —suspiro—, tres meses y una semana.
¿Qué?
—Ese fue el tiempo exacto que me tomo conseguir tu nombre —y sonrió satisfecho— ¿no crees que la paciencia es una gran virtud?
—Creo que lo inesperado no es lo mío.
¿Y el amor a primera vista?
Me quede callado. ¿Creía en el amor a primera a vista? Claro que no, eso era tan banal que no gozaba de sentido alguno para mí.
—Creo que el amor no es para todos.
—Gran deducción —y aparto la mirada decepcionado—; la lluvia es hermosa, es transparente y siempre viene de sorpresa. Calma los corazones ansiosos y es perfecta para un buen inicio. —Expreso mientras se despojaba del paraguas y miraba el cielo.
—No lo entiendo.
—Digo que me cautivaste desde la primera vez que te vi. —declaró viéndome fijamente y por un momento pensé que todo a mi alrededor dejo de moverse y mi corazón se aceleraba
Por los próximos minutos nadie dijo nada pero nos vimos sumidos en un mundo reinado de soledad solo viéndonos directamente a los ojos.
—Keiji…—susurró, y yo no pensé que mi nombre podría sonar tan bien viniendo de otra persona.
¿Sí?
¿Crees en los besos bajo la lluvia? —y no entendí su pregunta.
—Creo que son posibles, sí.
¿Entonces puedo besarte?
Balbuceé un par de veces mientras trataba de atar palabras y pensamientos para poder responder, pero nada venía a mi mente.
Y no se necesito más.
Bokuto no necesito respuesta dicha de mi parte, porque en menos de un segundo la frialdad del clima fue reemplazado por la calidez de sus labios. Y no tarde en responder. Esto era de improvisto, pero se sentía tan bien.
Cuando nos separamos por falta de aire solo alcance a ver sus labios entreabiertos mientras sentía su agarre en mi cintura.
—Entonces…
—Entonces…
Erase una vez una sonrisa radiante…
—Que se enamoro de una mirada pasajera…
Y nuestros labios volvieron a acoplarse de manera perfecta mientras éramos bañados por la lluvia.

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  • Música de ambientación sugeridaJaymes Young - I'll Be Good ♪



sábado

❝❞ ━: Confluencia「 RiRen 」

Fue cuando cumplí veintitrés años, cuando me di cuenta de que estaba enamorado:
Lo divise por primera vez en el terminal subterráneo.
Era más de las ocho de la noche, decidí tomar el subterráneo ya que mi auto se descompuso la noche anterior. Estaba cansado solo deseaba poder llegar a casa lo más rápido, comer un poco y luego irme a la cama. Por esas horas el subterráneo parece estar no tan concurrido por las personas como de costumbre, se podía sentir el frió aumentar a cada que pasaba las horas. Me cerré el abrigo hasta más arriba de mi cuello, no quería pegar un resfriado. Los minutos pasaban y por fin escuche el anuncio del tren llegando. Saque mis manos de mi bolsillo, las personas empezaron a descender del vagón que iba a tomar, espere a que fuera mi turno. Estaba por subir, cuando de la nada una persona estuvo a punto de caer, en un rápido reflejo puse mis manos para evitar que cayera. Tal vez era mi imaginación, pero esa persona, o para ser más claro ese chico olía delicioso, era como oler a primavera a través de él. No pude ver su rostro, pero su cabello era de un hermoso castaño y muy sedoso. Parecía ser muy frágil, y a la vez fuerte. Todo eso pude saberlo a penas lo tenía en mis brazos.
—Lo siento no me fije —se separó de mis brazos, hizo una pequeña reverencia. Me miro por unos dos segundos fijos en mis ojos, y con esto se marchó.
No pude decir ni una sola palabra, me quedé perdido en esa mirada. Sus ojos eran de un color verde esmeralda, su sonrisa era sincera, y sus labios, en menos de un segundo se convirtieron en un deseo para mí.
Al ver como daba vuelta y se iba lentamente no supe reaccionar, solo me quedé parado estático en ese momento. Traté de volver en mí, subí como pude al vagón y con esto me dirigí a casa. En todo el trayecto seguí pensando en ese misterioso chico de aquellos hermosos ojos. Me quite el saco apenas entre por la puerta de mi apartamento. Seguí mis planes como de costumbre. Tenía planeado recoger mi coche al día siguiente, pero decidí olvidar ese dato para volver a la misma hora al subterráneo. Dentro de mi deseaba poder volver a aquel chico, realmente lo deseaba.
Los días pasaban, ya no usaba mi auto para transportarme por las noches a mi apartamento, siempre tomaba el subterráneo, y no me equivocaba, él siempre estaba ahí a la misma hora. No sabía su nombre, pero sin decirnos ni una sola palabra, ambos nos volvimos "conocidos de vista", ya que siempre solíamos darnos una pequeña sonrisa cuando nos encontrábamos.
Llego el día de mi cumpleaños, todos los trabajadores de la empresa para la cual trabajaba, me felicitaron y organizaron una pequeña celebración en mi nombre. Todos se veían felices a mí alrededor, y fue ahí cuando lo entendí.
Siempre había personas felices a mi lado, pero por más que su alegría los desbordara, no podían contagiármela conmigo, por la simple razón de que me sentía vacío. Me enamore a primera vista de un chico que aun desconozco su nombre. Entonces comprendí, que por más que la viera cientos de veces, no sabría su nombre jamás.
Ese día decidí no tomar el subterráneo, decidí caminar y sentir el frio en mi cuerpo, al menos eso podía sentir. No recuerdo cuanto tiempo estuve caminando, tenía la vista fija en el piso, sin darme cuenta una persona se encontraba frente mío.
—Hoy no tomaste el subterráneo. Fue raro estar ahí, sin recibir ninguna sonrisa en el rostro de la persona que hacía falta.
—Quería caminar por hoy. ¿Acaso me extrañaste?
—La verdad sí. Esperaba que con el paso del tiempo pudiéramos ser amigos.
El mismo día de mi cumpleaños número veintitrés caí en la conclusión de que estaba deprimido. La respuesta era clara, me sentía vacío por dentro. Las personas comunes lo definirían como "falta de amor", no estoy seguro de eso. De lo único que estoy completamente seguro es que había experimentado mi primer amor a primera vista, y no pude notarlo la primera vez. Lo siento dentro de mí, por fin sé que es ser feliz con solo ver a una persona frente a mí. Sabiendo esto en mi interior solo pude decir una frase que estaba acompañada de un solo sentimiento.
—Yo solo espero...espero que seamos juntos un siempre —él solo sonrió.
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  • Música de ambientación sugerida: Super Junior - This Is Love ♪



❝❞ ━: Infidelidad「 RiRen 」

La puerta de mi apartamento se abre. Lo escucho perfectamente. Sé quién es, no tengo que alarmarme. Busco mi celular en la mesa de noche y veo la hora.
04:25am
La misma hora como siempre. Doy un suspiro al aire, y niego levemente.
La puerta de mi habitación se abre, ahí estas tú. Tan hermoso como siempre.
Me sonríes y sin necesidad de palabras, sabemos que como terminara.
Si tan solo fuera de otra manera. Si tan solo no me vieras como persona de una noche. Si tan solo me amaras como yo te amo.
La habitación en poco se convierte en testigo de cuatro paredes, de gemidos y obscenidades dichas.
Al amanecer despierto, cuando en realidad no pude dormir casi nada. Me siento en mi cama y te observo, tan lindo como siempre.
Recostado boca abajo, emites unos pequeños ronquidos. Sonrió, pues sin importar que siento que te ves demasiado adorable. Eres como un niño pequeño que deseo proteger, un niño que deseo que sea solo mío.
Pero no es así.
Y el anillo que veo en tu anular me lo reitera.
Eres de otro hombre, y yo solo soy la compañía externa. Aquel que te da todas las noches que tú quieras, sin recibir nada a cambio.
Cubro mi rostro con ambas manos, y siento ganas de llorar. ¿Desde cuándo paso? ¿Cómo es que después de tantos años sigo siendo el 'otro'? ¿Cómo es que a pesar de todo no confieso mis verdaderos sentimientos?
Increíble.
Increíble que después de cinco años, aun no haya dicho la palabra 'TE AMO'.
Tus manos se deslizan suavemente a través de mi espalda desnuda. Has despertado. Volteo para verte, y tu solo me sonríes. Una sonrisa que hace que este de nuevo a tus pies. Postrado vendiendo mi alma al diablo por un poco de tu tiempo, y de tu cuerpo.
Charlamos un poco mientras veo cómo te pones tu ropa. Una marca en tu cuello llama mi curiosidad. Te pregunto a qué se debe, y te excusas en yo lo hice.
Pero mientes.
Yo no lo hice, y se perfectamente que tu esposo tampoco. Es muy mojigato para eso.
Te pregunto de nuevo, y no respondes. Insisto y sigues callando. Mi paciencia se esfuma y te levanto la voz asustándote un poco.
Bajas la mirada y pienso que te disculparas.
Me equivoque.
Una sonrisa descarada se forma en tu rostro. Un rostro de ángel que por tanto amé. Pero ya no es la misma. Ahora ya no hay rastro de inocencia.
Y lo sé.
En un tono que jamás escuche. Descubres más partes de tu cuerpo, mostrando más marcas que no había notado.
Empiezas a reírte, y me lo dices. Trato de no oírte, pero lo reiteras. Mi mundo entero se desmorona.
—Mi cariño lo disfruta quien quiera.
Y te vas. No te detengo.
Caigo de rodillas al suelo y lloro. Por ser tan idiota. Por alguien quien no lo merece. Por amar y no ser amado. Y porque sé que todo acabo.

Y lo entiendo. Él nunca me amaría, y tal vez no amé a nadie. Su vida está llena de mentiras, y yo fui una de ellas. Solo fui una infidelidad.
PD. Disculpen los errores, y ¡GRACIAS POR LEER!  
  • By: clxwnmxsk
  • Drama; angst. au!
  • 532 ~ one shot.
  • Créditos correspondientes al autor de la imagen.
  • Música de ambientación sugerida: Sin bandera - Mientes tan bien ♪



 

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